Las anfetaminas, y otros compuestos psicoestimulantes que facilitan la concentración, como el Ritalin, se están volviendo muy populares en las universidades estadounidenses. De hecho, en los campus operan sofisticadas redes para traficar con los fármacos, que aunque son legales (en EE.UU., no en España) no se pueden adquirir sin receta médica.
La novedad alarmante, que revela el reportaje del NYT, es que estos fármacos se están empezando a recetar en niños pequeños, sin necesidad siquiera de recurrir a un diagnóstico del polémico trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), que era la razón habitual para dar psicoestimulantes a los niños. Así que ya no se está drogando solo al 9,5% de los adolescentes americanos de entre 4 y 17 años que se calcula han sido diagnosticados con TDAH, sino al resto de niños y adolescentes que puedan presentar bajos desempeños académicos.
Un tema muy controvertido
Para muchos médicos esta sobremedicación a la que se está sometiendo a los niños estadounidenses está plenamente justificada en la medida en que, ciertamente, hace que los niños hagan más caso en clase, den menos guerra y, sobre todo, saquen mejores notas o, al menos, no suspendan. Pero muchos otros especialistas creen que los médicos están exponiendo a niños y adolescentes a injustificados riesgos físicos y psicológicos. Entre los efectos secundarios de este tipo de fármacos se encuentran la supresión del crecimiento, un aumento de la presión arterial y, en el peor de los casos, la aparición de episodios psicóticos.
Estas drogas se han vuelto tan populares que muchos jóvenes y adolescentes mienten a sus psiquiatras para ser diagnosticados con TDAH y recibir así una receta para comprar estos fármacos. Algunos, incluso, han visto claro el negocio, y se dedican a vender los medicamentos a otros jóvenes que no tienen prescripción. Al final se da un tremendo círculo vicioso que, tal como han advertido muchos especialistas, mantiene bajo el efecto de las drogas a niños, adolescentes y estudiantes universitarios.
El problema ya no es el sobrediagnóstico por TDAH, que muchos creen que es una epidemia “tan equivocada como ficticia”, sino que este tipo de drogas están siendo demandadas por estudiantes, familias y facultativos porque, simple y llanamente, facilitan un mayor desempeño académico. La “excusa”, el TDAH, ha pasado a un segundo plano y, tal como reconoce el doctor Anderson en el NYT, lo que verdaderamente persiguen estas drogas es evitar “el bajo rendimiento académico que se da en determinadas escuelas”.
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