Puede decirse que la vacuna contra la malaria que ha desarrollado GlaxoSmithKline (GSK) y que lleva varias décadas en estudio es un poco nuestra. Al frente, durante muchos años, ha estado el español Pedro Alonso intentando, sobre terreno africano, analizar paso por paso los datos de su eficacia y seguridad. Por este motivo, cualquier buena noticia es muy bien recibida y las malas ni se esperan ni se desean. Sin embargo, los últimos datos que hoy se presentan vienen a poner un poco de sombra sobre una esperanza generada durante más de 20 años.
Hace un año, la realidad de una primera vacuna contra la malaria parecía estar más cerca que nunca. Sus datos sobre seguridad y eficacia en una población infantil hacían sostener la esperanza de que este era el producto que iba a poder inmunizar al planeta de las millones de muertes que genera la enfermedad. Sin embargo, conseguir una buena vacuna contra la malaria no es tarea fácil sino que es mucho más complicado que con otras patologías.
De hecho, el mismo Pedro Alonso advertía a este periódico en 2004 que no sabía si esta iba a ser "la vacuna definitiva, pero sí que por lo menos será un componente de ella". Y señalaba el motivo: el parásito responsable de la malaria, el 'Plasmodium falciparum', es muy complejo por lo que era difícil pensar en una vacuna con una gran eficacia. "A medio plazo no tendremos una inmunización del 100% o del 90%. Ya veremos incluso si llegamos al 80%", afirmaba.
Los años, y los estudios, le han ido dando la razón. Así, de los resultados de aquel año, en donde se cifraba la eficacia de la vacuna en niños menores de dos años en un 77%, se pasó el pasado año a otro estudio, con un número mayor de participantes (niños entre cinco y 17 meses), en el que se comprobaba que la eficacia del producto de GSK estaba en torno al 50%. A pesar de ese descenso, la cifra era positiva, sólo hay que pensar que la malaria mata cada año a más de 655.000 personas, la mayoría de ellas niños menores de cinco años en África subsahariana. Además, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) había indicado que podría recomendar su aprobación y distribución en África si los datos eran los esperados.
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